La academia es el punto neurálgico para la interacción de los participantes del proceso educativo. Cualquier centro poblado que supere los 50 habitantes debe tener una sede física para su academia. En esta confluyen todos los estudiantes, sin distingo de edades, desde los niños que afrontan la educación básica, pasando por jóvenes y adultos que buscan mejorar sus capacidades profesionales, hasta los ancianos que persiguen el conocimiento por el puro placer de aprender. Esta última motivación, eso sí, no es única de los ancianos, ya que hay personas de todas las edades que acceden a cursos por simple curiosidad, produciéndose en no pocas ocasiones efectos positivos en sus facetas profesionales y personales.
Aunque la mayor parte de las actividades de estudio y evaluación se realizan de forma no presencial, ciertas tareas exigen la asistencia física a la academia. Por ejemplo, los cursos relativos a la ciencia suelen requerir la realización de experimentos que implican el uso de equipos y herramientas propios de un laboratorio. Lo mismo aplica para la capacitación técnica o de estudios de campo. Esta realidad obliga a que el acceso a algunos cursos solo sea posible en ciertas academias, no en todas. Además, las academias cuentan con espacios adecuados para reuniones grupales de estudiantes, ya sea para la interacción con un educador o simplemente para la colaboración con sus pares.
Los estudiantes de la malla básica tienen el deber de asistir diariamente a la academia, al menos hasta completar los cursos obligatorios. Por ello, esta cuenta con salas especialmente acondicionadas para el trabajo conjunto de educadores y facilitadores. De hecho, una buena parte de la infraestructura de una academia está orientada a los estudiantes de esta etapa.
El espacio físico que ocupa una academia y su infraestructura deben ser adecuados para la cantidad de estudiantes que atiende. Por ello, existe una categorización de estos recintos que define el máximo de inscritos que puede aceptar. De dicho total, entre el 50% y el 70% debe corresponder a estudiantes de la malla básica.
Las tres categorías vigentes para las academias son las siguientes:
Nivel 1
Puede inscribir a un máximo de 1.000 estudiantes. Es el tipo de academia más difundido, ya que no requiere una edificación demasiado grande para operar. En muchos casos se suele adaptar un inmueble existente, ahorrando tiempo y costos. Su número aumenta al ritmo que crece la ciudad. Solo cuenta con laboratorios y talleres adecuados para cursos de educación básica, ya que aquellos más grandes y equipados se reservan para las academias de nivel superior.
Nivel 2
Puede inscribir a un máximo de 10.000 estudiantes. El establecimiento de este tipo de academia requiere una cuidadosa planificación. Al ser diez veces más grande que una academia del nivel anterior, no solo se necesita un espacio físico proporcionalmente mayor, sino que además debe tomarse muy en cuenta el crecimiento y la distribución demográfica de la ciudad en la que se funda.
Este tipo de centro educativo suele iniciarse con la construcción de una edificación similar a una academia de nivel 1, pero en el interior de un terreno muy grande, adecuado para su evolución futura. Una vez que esta academia de nivel 1 provisional entra en funcionamiento, se da comienzo a la construcción del resto de las edificaciones que la elevarán a la categoría superior. Este tipo de desarrollos suele requerir un orbo de trabajo y la inversión de importantes recursos económicos.
Una academia de este nivel cuenta con talleres, laboratorios, salas culturales e instalaciones deportivas adecuadas para cursos profesionales. A ello se debe que en estas academias la proporción de estudiantes de la malla superior sea mayor que en las de nivel 1.
Nivel 3
Puede inscribir a un máximo de 100.000 estudiantes. Las llamadas "ciudades académicas" ostentan la máxima categoría entre los entes educativos. Las dimensiones de este tipo de recintos obligan a una planificación y diseño muy cuidadoso, que considere el impacto en el entorno urbano y extra-urbano. Las academias de este nivel suelen ser construidas de forma progresiva en la periferia de alguna gran ciudad, aunque a la larga esta última siempre termina rodeándola y asimilándola. Son las únicas academias que ostentan un nombre propio, puesto que las otras, pertenecientes a los niveles 1 y 2, únicamente cuentan con un número de identificación.
Aún considerando la magnitud de un proyecto de estas características, al igual que ocurre con las academias de nivel 2, las de nivel 3 suelen iniciar sus actividades educativas una vez construida una primera edificación equivalente a una academia de nivel 1. Desde ese punto, progresivamente se van sumando nuevas instalaciones que van incrementando su capacidad. Este proceso puede extenderse por varios orbos.
Este tipo de academia se caracteriza por contar con instalaciones dedicadas exclusivamente a la investigación. Cada una suele conformar equipos de profesionales líderes en diversas áreas del conocimiento, además de ejecutar numerosos proyectos de investigación que pueden implicar la adquisición de costosos materiales e instrumentos, la construcción de infraestructura o la realización de estudios científicos en terreno. Las fuentes de financiamiento externas juegan un rol fundamental en este punto, algo de lo que hablaremos más adelante.